En un artículo publicado por el diario español ABC, la psicóloga y escritora María Jesús Álava Reyes comenta su inconformidad con una recomendación que se ha extendido entre algunos pediatras y que ha pasado a ser "principio fundamental” entre muchos padres como regla de oro para una crianza con amor
Muchos padres caen en el error de pensar que darle gusto a sus hijos en todo es sinónimo de amor incondicional. Según el psicólogo infantil Sergi Banús, ceder indiscriminadamente ante las demandas de los niños es omitir una etapa de aprendizaje general muy importante: el manejo de la frustración.
Cuando los adultos constatamos que un deseo o necesidad se ha vuelto imposible de satisfacer, experimentamos tristeza, ira o decepción que, en un escenario de inteligencia emocional óptima, sabemos manejar y enfocar constructivamente hacia otras posibilidades.
Los preparamos para un mundo ficticio, y el mundo real lo lastimará.
"Su grado de frustración será tan grande que llegará a ser agresivo porque no ha aprendido a manejar sus frustraciones ni sus emociones, y no conoce otra forma de lograr sus objetivos. Por ello, estamos contribuyendo a que nuestros hijos sean adolescentes deprimidos”, explica Banús.
Las consecuencias de mimar demasiado a los niños no solo crean barreras para su crecimiento personal, afectan a largo plazo a quienes los rodean: familia, amigos y futuras parejas.
Los niños que no aprenden a lidiar adecuadamente con la frustración desarrollan una baja tolerancia a ella (BTF), también conocida como "no soportitis”, y una falta de empatía que frena su integración social.
La experta en educación infantil Rosa Barocio comenta que los niños consentidos o mimados son el resultado de "padres permisivos” que no cuentan con una estructura de crianza clara y corren a satisfacer cualquier capricho o demanda.
Bajo estas condiciones, los niños crecen siendo incapaces de ponerse en el lugar de los demás o considerar sus sentimientos, ya que su experiencia vital es egocéntrica y basada en el placer individual.
Nos sumergimos entonces en un círculo vicioso donde los niños que hemos criado probablemente pasen a criar a otros niños iguales a ellos en el futuro. La pregunta incómoda ante este paradigma es: ¿qué tipo de sociedad tendríamos en 40 años?
El psicólogo Martin Echeverria define la envidia como "una forma enfermiza o viciosa de la tristeza desordenada que deriva de la vanagloria de querer tener siempre más y de poseerlo todo”. Y lo cierto es que esto tendríamos: una sociedad de envidia.
El niño mimado convierte deseos banales en necesidades. Un capricho momentáneo se transforma en una demanda que aparenta tener la misma gravedad que la necesidad de dormir o comer.
Esta característica principal da lugar a otro tipo de comportamientos que distinguen a los niños consentidos de los niños criados de forma asertiva. Guía Infantil describe las siguientes conductas:
Referencias: ABC